23 mayo, 2008

Frente al espejo (2)

Soy periodista por descarte y escribo por pasión. Mi primer cuento se llamó "azul" y lo escribí en cuarto medio. El profesor me puso un 4 y me dijo que era copia de algo que alguna vez había leído. Nunca asistí a un taller literario. Comencé leyendo la Zona de Contacto e idolatrando a Fuguet. Después vino Salinger y Ray Loriga. escribo cuando estoy triste, escribo cuando me han roto el corazón, escribo de cielos y de abismos. Escribo en mi computador y antes lo hacía a pulso, con un lápiz de tinta en cualquier papel que encontraba. Escribo porque necesito calmar mis demonios. escribo porque me da fuerzas para seguir. Escribo porque a veces no sé que hacer con todo esto.

Me enamoro con facilidad. Mi primer amor fue a los 16 años. El tenía 22 y a pesar de que nunca tuvimos nada en común, a través de los años siempre pensé que él era el hombre de mi vida. Tuve una relación con un francés, un belga, un argentino y un puñado de chilenos. Muchos de ellos me dejaron nada, uno me dejó un par de moretones y la mayoría el alma hecha trizas. A dos les rompí el corazón. Detesto hasta el día de hoy a un par y sólo unos pocos son mis amigos. Amé intensamente a algunos, de unos tres creo que nunca me enamoré, uno pensé que sería el padre de mis hijos y los demás sólo sirvieron para escribir este párrafo.

No me gusta el fútbol. Tolero el tenis y no sé nada de deportes de elite. No sé esquiar y si nado sólo sé que al menos no me ahogo. Me gusta el spinning y andar en bicicleta. Cuando era chica practicaba gimnasia rítmica y alguna vez hice ballet (unas viejas fotos en las que salgo con un tutú verde son prueba de ello). Nunca fui protagonista en una obra del colegio y tampoco fui reina de belleza en la universidad. Me gustaría ser valiente y atreverme a hacer cosas nuevas, pero al final del día prefiero ver una buena película que aventurarme haciendo rafting.

Hija única. Consentida y malcriada... pero no tanto. Nunca me hizo falta un hermano. Mi padre era mío y de nadie más. La ropa y los juguetes también, así que debo admitir que durante mi infancia fui feliz jugando sola. Después con los niñitos del pasaje me bastaba. Nunca sentí que me faltara algo. Regalona de mi papá. El me fue a dejar al colegio hasta que tuve 13 años. El se despertaba en la noche cuando tenía pesadillas y me acostaba en su lado de la cama cuando no estaba. Con mi papá aprendí a amar el cine y recuerdo vívidamente la vez que me retó, porque creo que nunca antes lo había hecho... y nunca más lo hizo. Hasta el día de hoy me duele el corazón cuando recuerdo lo que me dijo esa vez.

(No sé si continuará...)

22 mayo, 2008

Frente al espejo (1)

Me llamo Mariana… en algunos idiomas mi nombre quiere decir princesa de los mares, pero no sé si eso es verdad. Me llamo igual que mi padre y que mi hermano, una particularidad que no sé si es divertida o vergonzosa. Nunca me ha gustado mi nombre, pero tampoco me desagrada. A los 10 años quería llamarme Ignacia y hoy a los 32 a veces me gustaría no saber como me llamo. Marian me dicen algunos de mis amigos, Marianita me dice mi papá, Marianela fue mi alter ego en mis últimos años de colegio, Malina fue uno de los nombres que me identificó una de las veces en que me enamoré y Mariana Marcela Silva Bedwell dice en mi carnet de identidad.

Tengo el pelo crespo y castaño oscuro, a veces ha sido largo, otras corto. Lo he odiado con todas mis fuerzas, especialmente durante mis años de adolescente, lo alisé con líquidos y planchas, pero ya me reconcilié con él, porque, al igual que Sansón, mi fuerza está en mis rulos. Me dan personalidad, un aire un poco exótico y sin duda distintivo… “¿quién es Mariana? – la crespita”. Así que decidí hacer las paces.

Soy buena amiga, pero no perdono las traiciones. A veces soy rencorosa, pero trato de olvidar a quienes me han hecho daño. No hay perdón ni olvido, dicen, pero trabajar en ambas cosas es algo que hago a diario. Por eso, soy leal, fiel y aperrada. Cuando amo, amo al máximo, cuando odio es lo mismo, aunque algunos digan que el odio es malo, que envenena el alma, creo que el odio también es parte del amor y así como existe el cielo y la tierra, el amor y el odio conviven en mí como algo natural. No creo que sea particularmente mala por eso.

No sé si soy bonita, no por lo menos en el sentido clásico. No soy rubia ni delgada, pero si me considero guapa, porque guapa es quien tiene ese algo especial que atrae, sin necesariamente ser una belleza de portada. Guapa me identifica más como mujer que bonita porque me la creo, porque no necesito ser reina de belleza ni medir 1,80. Tengo la piel morena a punta de eternos baños de sol durante el verano. Cicatrices algunas, una de hernia de cuando nací, algunas profundas hechas por mis gatos y una que otra en el corazón por haber amado tanto.

Me río con facilidad. Lloro de la misma forma. Soy ansiosa, impaciente. De hecho nací a los 7 meses. Siempre quiero que las cosas pasen rápido. No puedo esperar. Aprendí a caminar al año y los días antes de algo importante no logro dormir. Tengo sexto sentido, al cual le hago caso muy pocas veces. Si me imagino en una situación es porque va a pasar, si no logro visualizarlo en mi mente, simplemente no pasa, y eso siempre ha sido así.

Me como las uñas cuando estoy nerviosa o me siento acorralada. Me dan ataques de ansiedad cuando me siento herida. Como chocolates cuando estoy triste. Me gusta ser regalona y que me hagan cariño. Duermo del lado izquierdo de la cama, acurrucada y con pijama. Lloro con las películas románticas porque siempre he querido que las cosas me salgan así y debo entender de una vez por todas que no soy Meg Ryan. Me conmueve el dolor de los demás y la miseria. Adoro los programas de cirugías en los que sale sangre y ese en MTV donde los chicos se rompen los huesos, pero debo verlos tapándome los ojos.

Soy géminis y soy contradictoria. Un día sí y otro día no. A veces todo, a veces nada.

(Continuará...)