24 junio, 2008

Los que ya no están

A lo largo de mis 32 años han salido de mi vida personas entrañables. Seres humanos que hoy me siento a recordar por culpa de un estúpido sentimiento de nostalgia que me embarga cada vez que me siento triste y desamparada ante el mundo. Los días grises y fríos como los de hoy son especialmente sensibles. Veo desde la ventana de mi oficina los cerros nevados a lo lejos y me pregunto cómo sería mi vida si aún estuvieran aquí.
Amigos, parientes, conocidos, amores, comnpañeros de carrete, amigos de los amigos y otros tanto que desaparecieron en el tiempo... como lágrimas en la lluvia (quien haya visto Blade Runner lo entenderá).
Mi abuelo Gabriel Silva Silva es una de esas personas. Un hombre alto de pelo blanco que usaba colonia inglesa y que lustraba prolijamente sus zapatos negros nada noche. Dormía en una cama junto a la de mi abuela y siempre se desesperaba porque ella encontraba que todas las personas o eran "diges" o "buenasmozas". Una pelea de proprociones estalló una vez que mi abuela declaró sin siquiera parpadear que Gabriela Mistral era una mujer muy "buenamoza". Bueno, ella también se suma a esa lista, justamente por eso, por su eterna bondad, por su cuerpo menudo y pequeño que siempre usaba vestidos preciosos... se maquillaba hasta cuando estaba en cama y era muy coqueta. Por sus jaleas con pedazos de plátano. Ellos dos eran una pareja fenomenal. A él lo perdí cuando tenía 7 años. No entendí bien por qué, pero hasta el día de hoy siento un vacío cuando pienso en lo paseos de la mano por la Plaza Ñuñoa y su forma de decirme "chapulín colorado". Mi abuela salió de mi vida en 1998, a los 97 años de edad. Cuando la vi en su ataud parecía que dormía, nunca he sentido más paz en mi vida que aquella tarde de julio.