20 abril, 2010

Por qué es tan irritante salir de compras con un hombre

Creo que hay pocas cosas en el mundo más irritantes que salir de compras con los hombres. Está bien, nosotras nos probamos el mismo pantalón en 3 tallas, “por si acaso”, siempre tratando de que la más chica nos entre, sin importar que tengamos que hacer contorsiones. También nos gusta llevar la misma prenda en dos colores… ¡Por favor, todos saben que es imposible resistirse a una negra y a otra de algún color vibrante de última moda!... También nos demoramos porque tratamos de buscar un pantalón espectacular que combine con esa polerita con tirantes ideal para una tarde en la playa. En fin, lo reconozco, somos complicadas, pero es que también nuestros cuerpos son complicados y eso ellos no lo entienden. Se sientan afuera, se pasean impacientes por la tienda, ponen cara de aburridos y cuando se atreven a decir algo, sólo sale de sus bocas: “¿te falta mucho?”.

Para ellos la paleta de colores es menos que básica: blanco, gris, azul y caki. Y ni hablar de las posibilidades: Pantalón o shorts; Camisa o polera; Sweater o chaqueta. Y paramos de contar. Nosotras tenemos vestidos: largos, cortos, con corte imperio, strapless, con tirantes; polleras: a la rodilla, mini, en capas, corte A; tops; blusas y poleras: sin mangas, con manga ¾, manga larga, manga corta; pantalones: largos, pescadores, bermudas, capri… Además está el tema de las tallas. En algunas prendas tenemos talla 42, en otras 40 y eso varía además de tienda en tienda. La complejidad no nos abandona en ningún momento.

Por lo mismo, el comportamiento de los hombres al comprar ropa es completamente distinto al nuestro. Casi al estilo tarzán, entablan a lo más una conversación compuesta por 3 palabras con el tipo que atiende: “Pantalones, azules, 44” y listo, salen con su bolsa, felices de la vida porque tienen pantalones nuevos. Aunque ellos no lo crean, es algo que envidiamos. Cuántas veces no hemos visto un vestido en la vitrina y nos imaginamos con él puesto… “¡espectacular!, seré la envidia de mis amigas, va combinar con unos zapatos preciosos que me compré la semana pasada”. Si fuéramos hombres, entraríamos y seguiríamos el mismo ritual: “Vestido, estampado, 40” y nos vamos felices para la casa. Pero no, primero tenemos que buscar en un colgador atestado de cosas si es que queda en nuestra preciada talla 40, luego hacer una cola interminable en los probadores, finalmente entrar en él y darnos cuenta de que nos queda suelto de busto, que tendríamos que usar relleno o, al contrario, que de cintura nos queda espectacular y efectivamente combina con nuestros zapatos de ensueño, pero el cierre no sube hasta arriba… pedimos una talla más y nos queda grande. ¡Qué decepción!

De todas formas, nos encanta salir de compras y adoramos aún más que al final del día nuestra pareja nos diga que nos queda bien lo que compramos, aunque nos hayamos tardado una eternidad.

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